jueves, 21 de enero de 2010

FUNDIDOS A NEGRO (Impresiones después del histórico concierto de Metallica en Lima). Por Luis Bistolfi

No importó todo el olor a estiércol de caballo que nuestras narices tuvieron que soportar en los alrededores del Estadio de San Marcos antes y después del concierto, cortesía de los equinos de la Policía Nacional, ni importaron las largas caminatas ni la interminable fila para el ingreso. Lo de Metallica en Lima, una vez que comenzó, fue colosal, inolvidable, histórico y simplemente D-E-M-O-L-E-D-O-R. Añada usted los adjetivos que quiera… y todos se quedarán cortos.

La presentación de estos cuatro jinetes del Apocalipsis fue desde todo punto de vista el más grande evento musical que la Ciudad de los Reyes ha presenciado jamás: 50 mil almas vibrando ante un impresionante despliegue de poder y energía. Así es, mucho mejor que un clásico Alianza - U: 50 mil espectadores, algunos miles más que el exitoso recital de Oasis, que hasta hace unos días ostentaba el record de asistencia en nuestro país.

Y es que no todos los días tenemos la suerte de tener frente a nosotros a la que para muchos (y con justificadas razones) es la más importante banda de heavy metal de todos los tiempos. Sí, no fue un sueño, era Metallica, la de los 100 millones de discos vendidos, la de los nueve premios Grammy, el grupo que le puso banda sonora a gran parte de nuestra juventud y a la de varias generaciones más.

Sí, muchachos, ya tuvimos a Megadeth, a Iron Maiden, y ahora a Metallica, aquí, en nuestra mismísima ciudad de combis y ambulantes. Por eso, ahora sí, la capital ya nunca será la misma, ni los melómanos peruanos nos conformaremos nunca más con un tributo en La Noche de Barranco o con ver un concierto comprado en Polvos Azules o bajado de Internet. No, nunca más, señores. Hace rato que jugamos en las ligas mayores y queremos más.

Y eso que es complicado pretender más luego de vibrar con un monstruo como Metallica. Es difícil siquiera soñar que alguien alguna vez superará esto, luego de escuchar a esa roca indestructible llamada James Hetfield lanzando bramidos con su inconfundible rictus, para luego pronunciar frases en castellano como “Esta noche la vamos a pasar mostro” o “Lima, ustedes la rompen”.

Difícil también nos la pone una máquina incansable de los tambores como Lars Ulrich, un tipo que tiene una batería frente a él y otra empotrada en el pecho. Ni qué decir de un virtuoso como Kirk Hammet, quien de hecho le hace el amor a su guitarra todas las noches. Y no se preocupe, señor Trujillo, que tampoco nos olvidaremos de usted ni de su musculoso bajo. ¿A qué más se puede aspirar después de ellos?

Sobre el concierto en sí, pueden apostar que todos los allí presentes sentimos con las iniciales Creeping Death y For Whom the Bell Tolls (ambas del álbum Ride the Lightning) que ya habíamos recuperado con creces el valor de nuestras entradas. Así que imagínense el éxtasis al que llegamos todos cuando se sucedieron uno a uno, como una estampida interminable, clásicos capitales del rock pesado como Fade to Black, Sad But True, One, Master of Puppets, Nothing Else Matters, Enter Sadman, And Justice for All y el demencial cierre de Seek and Destroy, tema con el que Hetfield y compañía acostumbran concluir sus presentaciones en vivo. Por supuesto, todas estas emblemáticas canciones fueron alternadas con algunos cortes de su más reciente disco, Death Magnetic, considerado por todos como su mejor obra en casi dos décadas.

Como era de esperarse, salvo la enérgica Fuel, la banda prácticamente omitió de su set list ese confuso y desconcertante periodo de experimentación que les conocimos desde mediados de los 90, y se concentró en sus mayores momentos de gloria: los años 80, el Black Album y su “magnético” presente. Solo lamentamos que no se hayan animado a interpretar esa inolvidable balada llamada The Unforgiven, aunque ya sepamos que a un grupo de la larga trayectoria de Metallica no se le puede exigir que incluya todos sus éxitos en un solo show.

Mención aparte para la gigantesca pantalla que abarcaba casi todo el escenario, la más grande y nítida que hayamos visto en nuestras vidas, la cual acercó a los músicos a cada lejano rincón del estadio. Y otra mención especial para la pirotecnia y los fuegos que surgían de rato en rato desde el escenario y alrededores, y que jugaron un papel importantísimo sobre todo en la épica introducción al tema One, además de ser el complemento perfecto de ese otro fuego aún más abrasador que nacía en los instrumentos, labios y corazones del cuarteto.


Y ante esa fuerza sobre el proscenio, el público, absolutamente entregado, no defraudó. Ellos fueron los maestros, y nosotros, sus incondicionales títeres. Nunca antes habíamos visto tal cantidad de camiseta negras, furiosos headbangers, ni tantas guitarras y baterías imaginarias. Nunca antes nuestras manos hicieron con más entusiasmo el característico símbolo del Metal. Sin embargo, como de costumbre, durante los temas más recientes se podía percibir un leve bajón en las revoluciones, pero sin apagarse jamás el afiebrado entusiasmo.

Por otro lado, nos sorprendió gratamente la variedad de personas que se apreciaba en la cancha y las graderías. Y es que el Heavy Metal no es patrimonio exclusivo de tatuados pelucones, y eso lo pudimos confirmar nuevamente, viendo gente de todas las edades y condiciones, señores sesentones, amas de casa y niños incluidos. Sin duda alguna, vivimos en la época del Guitar Hero y el Rock Band, videojuegos que ahora cumplen las funciones del hermano mayor en el adoctrinamiento musical de los más pequeños.

Y así fue, pues, aquella noche memorable que nos dejó con ganas de más, con ganas de que regresen pronto. Ellos mismos lo han prometido, y seguramente lo harán, porque, como pudimos comprobar en persona, Metallica tiene para rato. Es así que el martes 19 de enero de 2010 los peruanos de corazón rockero ganamos una de las mejores veladas de nuestras vidas, un audaz empresario hizo un buen negocio, y Lima ganó un escenario más para mega conciertos. El martes 19 de enero hubo justicia para todos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

buena nota Lucho, ahora a esperar a Axl...