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Luego de una última oleada de éxitos durante los 90, la crisis llegó con el nuevo siglo. Compañías como Dreamworks, Blue Sky y sobre todo Pixar, estudio socio de Disney, ya estaban produciendo importantes taquillazos en animación digital, todos los cuales conjugaban creatividad e innovación tecnológica. Por su lado, del año 2000 en adelante, la calidad de las típicas cintas de Disney fue en franco descenso, hasta llegar a dos discretos filmes: Tierra de Osos y Vacas Vaqueras, fracasos de crítica y taquilla que precipitaron al más grande estudio de animación a una crisis creativa y comercial.
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Pero felizmente la gallina de los huevos de oro no se escapó. Disney se jugó el todo por el todo, y rompió el chanchito para comprar Pixar por 7 mil 400 millones de dólares, mientras que John Lasseter, el genio detrás del suceso de Pixar, se convertiría después de esta movida en la cabeza de Disney Animation. El buen Lasseter, curiosamente un acérrimo defensor de la animación tradicional, puso orden en casa: Pixar conservaría su independencia para seguir haciendo sensacionales películas digitales, y Disney lo volvería a intentar con el clásico estilo que siempre le ha caracterizado.
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Es así que hasta los más grandes tienen sus tropiezos, y la tormenta ya terminó en Disney Animation. Los proyectos no paran, y Disney incluso ha comprado hace pocos días a Marvel, el gigante de los cómics y los súper héroes, una transacción que no ha dejado de resonar en los oídos de los fans. Pero lo importante es que la fábrica de sueños sigue funcionando, y esa es una buena noticia para todos los que amamos la fantasía y el cine.
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