viernes, 23 de octubre de 2009

GASTRONOMIA Y CINE

Aunque en los últimos años se ha puesto de moda el cine y la gastronomía con filmes como Julie y Julia (Nora Ephron, 2009), la comida ha sido siempre muy importante, desde que los hermanos Lumière filmaran El desayuno del Bebé (1895) o Charles Chaplin la impulsara a su modo guisando sus botas en La Quimera de Oro (1925), desfilando banquetes de exquisitos cheffs y hambrientos comensales: desde los platillos más universales hasta los más extraños e impensables manjares...y es que la imaginación para un artista de la cocina no tiene límites.

Con el denominador amor/comida y una estupenda visualización de sus elaboraciones están Comer, Beber y Amar (Yin shi nan nu, Ang Lee, 1994), la deliciosa obra centrada en las vidas de un famoso chef de Taipei y sus hijas en el que la mesa es un punto de encuentro; El Festín de Babette (Babettes Gæstebud, Gabriel Axel, 1987) es un ceremonial intenso y emotivo en el que una enigmática mujer organiza una opulenta cena con los mejores platos y vinos franceses a sus puritanos vecinos. Para delicias tenemos a Deliciosa Martha (Sandra Nettelbeck, 2001), una infeliz cocinera apasionada por su profesión que realiza obras de arte culinarias en un pequeño restaurante de Hamburgo donde encuentra el amor, y que motivó el entretenido remake Sin Reservas (Scott Hicks, 2007), ambientado en un restaurante de moda de Manhattan.

Es un gran estómago de historias relacionadas a la comida, al deseo y al erotismo. En la polémica El Gran Bouffette (La Grande Bouffe, Marco Ferreri, 1973), cuatro amigos se sumergen en una orgía de comida y sexo para una parábola pesimista sobre la sociedad de consumo y el mundo moderno. Un bacanal culinario es El Cocinero, el Ladrón, su Mujer y su Amante (Peter Greenaway, 1989), la comedia negra no apta para paladares sensibles donde el sádico dueño de un restaurante esclaviza a su esposa y empleados. Y desde Brasil degustamos Estômago (Marcos Jorge, 2007), un sádico cuento para adultos que aborda el poder, el sexo y la gastronomía en la prisión, sazonando desde la comida sencilla hasta la más sibarita.

Se usa como un elemento mágico. En Como Agua Para Chocolate (Alfonso Arau, 1992), es un personaje más para una historia de amor y comida en el México de inicios del siglo XX en el que las recetas van de acuerdo a los sucesos que se explican entre hornos. Y con un aroma de cuento de hadas, Chocolate (Lasse Hallstrom, 2000) es una delicia de ver por su sabrosa ambientación, dulces con poderes mágicos que despiertan los apetitos oscuros de una tranquila población francesa.

La comedia aprovecha de mil y una maneras el arte culinario, tal como en La Fiesta Inolvid
able (Blake Edwards, 1968), en la que un memorable camarero borrachín tira por los suelos una fastuosa cena; y recientemente vimos la española Sin Tabú Salio del Closet (Fuera de Carta, Nacho G. Velilla, 2008), la enredada historia de un cocinero gay a través de las hornillas de una cocina de alto-standing. Mención especial merece Ratatouille (Brad Bird, 2007), su genio va con el de la mejor cocina de vanguardia: el arte de unir la novedad con la tradición a cargo del personaje menos deseado en una cocina: una rata gourmet apasionada el mundo culinario parisino.

La lista es bastante extensa: platos sensuales que alegran el ánimo además de los estómagos, comer, comer, comer hasta morir, o el absoluto placer de la excelente cocina como liberadora y endulzadora de las amarguras de la vida...¡bon appétit!

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