jueves, 12 de noviembre de 2009

ROLAND EMMERICH = CATÁSTROFE

La imaginación de los guionistas y directores de cine representado catástrofes naturales y otras amenazas han ampliado un género que en lo últimos diez años ha puesto a prueba las habilidades de las tecnologías digitales en cuanto a realismo, aunque con el director alemán Roland Emmerich la línea entre la fantasía y lo real está a punto de romperse...

Con alta dosis de realismo, el cine catástrofe es engrandecido para enaltecer el lado heroico de los supervivientes, y esto lo aprovecha este amante de la devastación para su nueva historia 2012, volviendo a rodar un filme en el que representa el armagedón, el cuarto tras El Día de la Independencia, Godzilla y El Día Después de Mañana, y eso que no hablamos de 10,000 A.C. (2008), en la que se la agarra contra el pasado. Está bastante claro que este señor está obsesionado con la idea de convertirnos en polvo, o al menos eso lo ha intentado con New York, a la que ha destruido de diversas formas.

Emmerich es un digno heredero de Irwin Allen, uno de los máximos exponentes del cine de catástrofes con joyas de la década de los 70 como La Aventura del Poseidón o Infierno en la Torre, un obsesionado por los efectos especiales, de la aventura, de la fantasía, de la ciencia-ficción y sobre todo y al igual que él, de la destrucción a escalas impresionantes.

Tiene como marcas características el utilizar frecuentemente a repartos corales; en varios de sus filmes el presidente toma un nivel de protagonismo; los televisores tienen protagonismo ya que informan de lo sucedido en cuanto al desastre, y la fuerza aérea aparece mucho en las escenas de acción siempre con un resultado desastroso. Pero sobre todo, el hecho de que todas sus películas de catástrofe ocurren en Nueva York.

Parece ser que esta es la clave en su cine, una fascinación por destrozar ciudades y monumentos históricos para firmar obras espectaculares de personajes básicos y trama formulista que sigue los tópicos de títulos previos del subgénero pero ahora con efectos especiales en 3D, convirtiendo la catástrofe en belleza, visualmente muy atractivo, poco realista, pero llena de emociones, ritmo y diversión.

Sus desastres tienen distintos orígenes: asolada por naves espaciales extraterrestres en El Día de la Independencia (1996), un monstruo gigante que destruye todo a su paso en el caso de Godzilla (1998), catástrofes ambientales para El Día Después de Mañana (2004), donde la ciudad de los rascacielos se ve inmersa en una nueva era glacial y ahora tenemos predicciones apocalípticas con 2012 en la que se la toma contra famosos monumentos a nivel mundial como el Jesús de Corcovado o el mismísimo Vaticano. ¿Con qué nos saldrá en su próxima obra?

El director no tiene mucho más que ofrecer que buen entretenimiento, cuenta con impresionantes escenas de destrucción masiva gracias a una demostración de efectos especiales de última generación que les quedará como anillo al dedo a los amantes de este género. Roland Emmerich, un obsesionado con la destrucción total del planeta…


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