Hace unos días falleció a los 85 años Tony Curtis, uno de los príncipes de la época de oro de Hollywood. Nominado al Oscar en una ocasión, seis veces casado, galán de galanes y estrella de clásicos.
Un Don Juan surgido del Bronx. Hijo de inmigrantes judíos húngaros, se aficionó al cine viendo las películas de Cary Grant, quien marcaría su forma de ser. Tras estudiar interpretación en la New School en Nueva York, en 1948 la Universal le hizo su primer contrato y empezó su carrera en Hollywood. Un año más tarde se casó con Janet Leigh en un matrimonio que duró 11 años.
Considerado como un joven apuesto sin más, tras cambiar su nombre de Bernard Schwartz a Tony Curtis, nació el fenómeno. En 1953 llegó su primer éxito con la película Houdini sobre el famoso ilusionista. Acabó demostrando su talento en films de la talla de Trapecio junto a Burt Lancaster, labrándose una carrera como actor de grandes dotes físicas, y un año después en Chantaje en Broadway, repitiendo un gran duelo interpretativo con el consagrado actor.
Sus ansias por demostrar sus dotes interpretativas le llevaron a crear su propia productora con la que en 1958 rodó una de sus grandes películas, Los Vikingos de Richard Flesiher junto a Kirk Douglas, donde calló a todos los que pensaban que solo se trataba de un rostro atractivo. Ese mismo año llegaría su primera y única nominación al Oscar por su interpretación de un prófugo encadenado a Sidney Poitier en el drama carcelario Fugitivos de Stanley Kramer.
Sus ansias por demostrar sus dotes interpretativas le llevaron a crear su propia productora con la que en 1958 rodó una de sus grandes películas, Los Vikingos de Richard Flesiher junto a Kirk Douglas, donde calló a todos los que pensaban que solo se trataba de un rostro atractivo. Ese mismo año llegaría su primera y única nominación al Oscar por su interpretación de un prófugo encadenado a Sidney Poitier en el drama carcelario Fugitivos de Stanley Kramer.
Su historial incluye títulos míticos como Espartaco de Stanley Kubrick, con el que creó polémica por la ambigüedad sexual de su personaje, un papel secundario pero del que comenta hasta ahora. Pero su fuerte fue la comedia. Junto a Jack Lemmon y Marylin Monroe protagonizó en 1959 la película que le haría un ícono a nivel mundial: Una Eva y dos Adanes, la historia de unos músicos que para escapar de la mafia en el Chicago de la ley seca, deciden travestirse e irse de gira con una orquesta de mujeres.
También destacó nítidamente explotando su atractivo en La Pícara Soltera junto a la bellísima Natalie Wood y por su papel de patético galán en La Carrera del Siglo de Blake Edwards, como una manera de reírse de sí mismo. Y hablando de risas, prestó su voz al inolvidable Tony Cutis en Los Picapiedra.
Con una extensa carrera en más de cien películas, tiene su estrella en el Paseo de la Fama y ha sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia. Como legado escribió sus memorias publicadas en el 2008 tituladas: Un Príncipe Americano: Memorias, y dejó una extensa obra pictórica. Con Tony Curtis se ha ido un poco del Hollywood que creaba iconos, cambiaba vidas y hacía soñar.
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